¿Qué dura es la vuelta al trabajo después de unas buenas vacaciones, verdad?
Con la mente totalmente liberada y el cuerpo desintoxicado, me muero por contarles como han sido estas 2 divertidas semanas, en la mejor de las compañías y a un destino tan peculiar como sorprendente: Túnez.
Durante estos días aventureros, Rubén y yo hemos disfrutado de lo lindo, en un país con una cultura muy distinta a la europea pero que se esfuerza por seguir un camino democrático lejos de los extremismos.
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Plaza de La Independencia - Túnez |
Decidimos ir dándole forma al viaje de manera "random", sin agendas, ni calendarios y muchos menos horarios. Pasamos nuestros primeros 4 días en la capital que posee una medina más ordenada y menos caótica de lo esperado pues los negocios están repartidos por zonas, lo que la hace más fácil a la hora de comprar. Las terrazas se abarrotan al final del día y aportan un ambiente muy cosmopolita aunque la presencia de mujeres aún sigue siendo escasa. Los barrios de Cártago y Sidi Bou Said con un punto obligado de visita por su belleza y esplendor.
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Ruinas de Cartago |
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Sidi Bou Said |
Tras los primeros días, pusimos rumbo a Bizerta a bordo de nuestro primer "louage" una experiencia totalmente recomendada y necesaria. Los louage son minivans que funcionan como taxis compartidos y terriblemente baratos.
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Bizerta - Nuestro chofer del Louage |
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Medina - Túnez |
La zona norte del país es un auténtica delicia porque cuenta con una costa llena de playas preciosas y vacías en estas fechas. Un pequeño inconveniente que se extiende por todo el país es la mala gestión que tienen de la basura, pues aparte de restar higiene a las calles y alrededores, no ayudan a preservar y conservar sus maravillosos paisajes.
Su gente es amable, solidaria y servicial y muchos jóvenes aprenden inglés o español, aparte del árabe y francés que ya hablan. Sin ir más lejos, en Sounnuine (Raf Raf), nos hospedamos en casa de 2 traductores encantadores: Lamine y Claudia que nos hicieron la estancia de lo más acogedora, junto a su hijo Hammed, donde al fin, pudimos hablar inglés largo y tendido para relajarnos un poco frente
a una de las mejores estampas que jamás pudimos imaginar del Mediterráneo.
Rumbo al Sur, pasamos por Kairuan, una de las ciudades islámicas más importantes de Tunez, con una mezquita tan imponente como austera. Nos hospedamos en una masion d'hote y saboreamos una auténtica y típica cena tunecina. Conseguimos despedirnos con el mejor sabor de boca a pesar del arraigo tan marcado de la religión.
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Kairuan - Mason d'hote |
Tras parada nocturna en Sousse y conocer el lado opuesto a Kairuan, decidimos hacer un tour en tren y louage con destino a nuestro paraíso: Djerba. Fue un día largo y duro pero en cuanto pasamos por el puente romano que une el continente con la isla, se nos dibujó una sonrisilla cómplice en la cara.
Houmt Souk, la capital de Djerba, es pequeña y desordenada pero guarda un encanto peculiar. Los jueves ofrecen un amplio mercadillo donde las cerámicas que venden son preciosas, artesanales y de calidad.
Fue en la pequeña capital de la isla donde pasamos la
primera noche en un antiguo “fundouq”, es decir, una posada en la que el ganado
y los viajeros comerciantes descansaban durante las rutas del comercio en el
pasado. Tras un poco de café y te y, cómo no, pan con mantequilla y mermelada
(pues era el desayuno básico que nos ofertaron en todas partes) nos dirigimos
al sur de la isla. Allí nos tropezamos con Sami, otro anfitrión de lo más agradable y que no dudó en
hacer uso de su rudimentario inglés para dar otro
nuevo respiro a nuestro oxidado francés.
Nuestra mansión tunecina se situaba al sur de la isla, a 3 kilómetros de un pueblito llamado Ajim, donde el pescado era un manjar y los atardeceres una delicia para los sentidos que jamás olvidaremos pues el
sol caía sobre el apacible Mediterráneo como si fuera un caramelo de limón que
podía coger con los dedos antes de sumergirse.
La acogedora casa, la isla con
su ritmo detenido, el mar con su cadencia inmemorial, una familia de gatos que
nos pedían las sobras del almuerzo y algún pescador distraído fueron nuestros
únicos compañeros durante los inolvidables días en una isla que, no sin razón,
los piratas españoles ya visitaron hace siglos.
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Ajim - Djerba |
Así, y tras discutir con algún
que otro tunecino truculento, alquilamos un pequeño coche que nos llevó a
visitar la única sinagoga en el terreno, las playas de Aghir, el faro del Este
y del Oeste, la costa oriental y… cuando nos quisimos dar cuenta… ya íbamos de
vuelta a la capital del país para alojarnos en Cartago, relajarnos y hacer las
últimas compras en Sidi Bou Said.
Atrás quedan también las
disputas con taxistas, el regateo siempre injusto, las frustraciones, alguna
que otra cama que… de ello solo tenía el nombre, pelos, injustos impuestos
sorpresa, mosquitos, alacranes y arañas, pequeños sinsabores que el cuscús con merguez, los chapatis, los bricks,
el pan, los jugosos tomates y aceitunas, las ensaladas de harisha y cómo no, la
omnipresente y refrescante limonada eclipsaron con eficacia para dejar en
nosotros una huella indeleble que quizá nos condene a volver algún día.
Por Fufi Vinuesa y Rubén Domínguez
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Zona turistica - Djerba |
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Nuestra "humilde casa" en Ajim - Djerba |
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Atardecer en Ajim - Djerba |
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